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Educación en el trabajo: herramienta para reducir desigualdades

Daniel Ríos - Vicepresidente Adjunto de Asuntos Externos en AT&T México, AT&T México.

Probablemente una de las ideas más trascendentes en la historia del pensamiento sea también una de las más simples: solo los organismos mejor adaptados ganarán la carrera por la supervivencia. En “El origen de las especies”, que explica el mecanismo de selección natural, Charles Darwin establece que los errores aleatorios en los procesos de reproducción celular, la competencia por los recursos del medio ambiente y el paso del tiempo, han generado la riqueza de vida en nuestro planeta, incluidos los seres humanos.

El aprendizaje es posiblemente uno de los procesos más fascinantes de la naturaleza humana. Tenemos alrededor de 200 millones de millones de enlaces neuronales organizados en patrones almacenados en nuestra memoria y cualquier cosa que aprendemos, altera estas conexiones creando patrones nuevos. ¿Qué quiere decir esto? Que aprender trasforma nuestro cerebro.

Desde un punto de vista social, la educación nos abre un mundo de oportunidades. Entre más educados estamos, mayores serán nuestras posibilidades para elegir en qué trabajamos y cómo nos desarrollamos. La educación ha demostrado ser el motor de crecimiento económico de los países, transformándolos de manera sostenible y verdadera.

Las empresas han descubierto el importante retorno sobre la inversión que significa invertir en educación y entrenamiento para sus colaboradores. De manera particular, se ha demostrado que el desarrollo de habilidades como la negociación, comunicación o liderazgo en el personal de una empresa, mejoran el servicio al cliente, el clima laboral y pueden incrementar las ventas hasta en un 12%.[1]

Dee Hock, fundador de VISA y uno de los líderes más visionarios, explicaba que liderar significa ir primero y marcar el camino para otros, por lo que un verdadero líder debe enfocar sus esfuerzos en dos áreas: la primera es su capacidad para autogestionarse, permitiéndoles a aquellos a los que dirige liderar también; y la segunda es la construcción de confianza mutua a través de la comunión de propósitos, valores y metas.

Cuando los líderes llegan solos a la cima de las empresas o los gobiernos, difícilmente tienen la capacidad de realizar cambios estructurales y transformarlos de manera sostenible. El verdadero éxito de un líder no se define por el número de personas que tiene a su cargo o cuántas responsabilidades tiene, sino en el impacto que puede tener para mejorar su entorno y a las personas que lo rodean.

Como ejemplo de una de las diversas iniciativas que AT&T México ha implementado para impulsar el liderazgo positivo y con ello desarrollar las habilidades del personal, en 2020 lanzamos Sin Límites. En este programa, las personas con discapacidad pueden desarrollar y reforzar autoconocimiento, autodesarrollo, networking, comunicación, inteligencia emocional, gestión del cambio, personal branding y gestión del tiempo: de las habilidades más relevantes en el mercado actual.[2] A través de este tipo de programas buscamos que todo nuestro personal, sin importar su condición, tenga oportunidades para desarrollar su carrera profesional con éxito.

Quiero cerrar este artículo con el “milagro de la mirada apreciativa”, es decir, cómo nuestra actitud puede condicionar las posibilidades de realización de las personas con las que interactuamos diariamente, en la escuela, en la oficina o en nuestra familia. Me gustaría invitarnos como sociedad a trenzar los conceptos de educación y formación en uno solo para que, a través de nuestra mirada, podamos generar confianza y dar alas a las personas que nos rodean.

Como decía el dramaturgo, novelista y poeta alemán Johann Goethe: “Trata a un ser humano tal como es y seguirá siendo lo que es, trátalo como puede ser y se convertirá en lo que está destinado a ser”.

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